lunes, 8 de septiembre de 2014

EJEMPLO HAIKU Y DESARROLLO DE CUENTO

VER VIDEO PRIMERO:


LEER:

Haiku: 

Veo tus ojos,
Recordando tu boca
Sueño despierto. 


Cuento:  Entre las hojas de un libro

Por: Paola Ponciano Hdez. 


No sé si era de noche o de día,  sólo recuerdo una cosa en mi mente, que me repetía una y otra vez, que así no podía suceder.  Hace más de cinco meses, voy al mismo café, la rutina es siempre la misma.

-          Buenas noches, sólo un café por favor –argumento cada que llego- sin azúcar.
-         Tenemos de dieta – responde lo mismo la mesera, en ese mismo tono irritante.
-        No gracias – susurro mientras me pregunto si será que es muy distraída o será que jamás me recuerda, ¿Será que no percibe que vengo todos los días?  - sin azúcar está bien , digo al fin.

Y me siento, tomo mi libro en cuestión, comienzo a leer, me hago a la idea que estoy mejor entre las hojas, entre los susurros de historias que sé que tienen final. Así he pasado estos últimos meses.  Quisiera no recordar la historia de hace un poco más de medio año.

Solía vivir en el Distrito Federal, con los ruteros gritando: ¡Subanle, subanle que hay lugares!, con el ruido ensordecedor de la ciudad, el smog, los grandes edificios y las olas de gente en el metro. Me gustaba cruzar la cuidad sólo para encontrarte en el camino.

Hoy no hay camino de vuelta a casa,  ni olas de gente queriendo entrar al mismo tiempo por una pequeña puerta, no hay sudor ni smog, la gente no camina de prisa, por el contrario va lento y a veces es tan lento que hasta parece que sueño despierta.

Y aun así, a pesar de que nada se parece a lo que era, pienso en la vez que te vi por última vez, dijimos que no era la despedida, que podía cerrar mis ojos y ver los tuyos. Pero como todo cliché, eso se evaporó cuando la distancia se puso de por medio. Eran kilómetros que parecían vidas, horarios que no lograban sincronizarse, ideas que no terminaban de encajar.

Recuerdo perfectamente cómo comenzó todo, yo iba a leer a El Péndulo, mismo rincón, misma bebida, misma hora. Tú ibas a trabajar, mismo estilo, mismo horario y misma sonrisa. Yo, entre que leía y entre que reía de ver cómo convencías a la gente que ese libro era mejor que podían comprar. Te presenciaba de lejos, me preguntaba si de verdad habías leído todos los libros que recomendabas o era solo una habilidad tuya, esa de mentir, esa de hacer creer que lo sabías y que tenías tanta pasión.
Era buena observadora, ya conocía tu técnica, y veía también como varias chicas se acercaban a ti, fingiendo preguntar algo que de sobre sabían. Pero uno de esos días en los que leía las últimas páginas de mi libro, y cuando estaba a una de terminar, decidiste cruzar la barrera del lector y sobre la mesa pusiste el libro número 2 del que leía.

-        Hola – dijiste mientras hacías que el libro resbalara sobre la mesa hacia mí – cuando terminé ese libro me hubiera encantado que alguien me pusiera en ese instante el número dos, pero déjame decirte que te puedes decepcionar. ¿Lo quieres?
-         Y… - alargué la respuesta, sin tener claro qué esperaba de ti, recordando tu boca en cada encuentro casual con tus compradores de libros  - No tengo dinero, no pensaba comprarlo, no por ahora –confirmé.
-        ¿Me dejas sentarme?
-         No sé, la pregunta sería ¿Te dejan sentarte?, - comenté un poco molesta, nerviosa, invadida, sacada de mi sueño despierta.
-        Ya salí de trabajar, y ya leí tu libro y…. – comenzaste a sentarte lento como si esperaras mi aprobación – este es mío, pero puede ser tuyo, si quieres.

Y así comenzó todo, tardes platicando del peor o del mejor libro, intercambios ocasionales de ideas, de escritores, de ocasiones, de páginas, de citas textuales, de mejores sagas y uno que otro viaje ocasional.

Podría seguir la historia, pero el tema fue que no siguió. Hoy vuelvo a tomar café y a leer, en otro nuevo lugar, diferente ciudad, diferente bebida y diferente horario, pero cada que abro un libro…


¡Veo tus ojos, recordando tu boca sueño despierta!. 



No hay comentarios.:

Publicar un comentario